*Abel Barrera Hernández reconoce que el ritual del pago de la dote fue modificado por el pago de dinero
*“Lo correcto es que se garanticen los derechos de las niñas, entre ellos a vivir libres de violencia, a estudiar y que no se les ignore en el momento en que los padres pactan sus matrimonios”, dijo el director de Tlachinollan
*Sin embargo, niega que se pacten matrimonios entre hombres adultos y menores de edad
ROGELIO AGUSTÍN/SIN
CHILPANCINGO, GRO.
El director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Abel Barrera Hernández reconoció que “las niñas son el punto más débil del eslabón de los usos y costumbres de los pueblos originarios”, debido a que en muchos pueblos, los matrimonios son pactados a temprana edad, sin tomarlas en cuenta y sin garantizarles el derecho a la educación.
Barrera Hernández reconoce que el ritual de la dote acordada entre los jóvenes que van a formar parte de una nueva familia, en las comunidades indígenas de la Montaña ha sufrido severas modificaciones, a partir de que muchos varones decidieron salir de sus lugares de origen para trabajar en los Estados Unidos.
El pago de la dote, de acuerdo con Barrera fue simplificada y deteriorada durante los últimos años, pues los pagos dejaron de hacerse en especie, con la entrega de pollos, gualojotes o pan, como se hacía en el pasado y pasó a ser relevada por la entrega de dinero en efectivo.
Aclara que los matrimonios pactados entre familias, se tratan solamente entre jóvenes de la misma edad, pues niega que los pueblos indígenas de Guerrero una persona mayor, por el solo hecho de tener dinero, pueda llegar a una comunidad y ofrecerlo a cambio de una joven; o, peor aún, de una niña.
Eso, sin ningún espacio para la duda, es un delito y no tiene nada que ver con los usos y costumbres de los pueblos originarios.
El ritual que
se perdió
El director de Tlachinollan sostiene que hasta hace unos años, cuando una familia decidía pedir a una joven en matrimonio, la familia del varón hacía visitas a los papás de la niña para acordar el pago de la dote, “ya sea con guajolotes, pollos, pan o con otros presentes”.
La dote, más que una compra, era una muestra de reconocimiento a los padres de la joven, por los cuidados que le otorgaron desde el nacimiento, su infancia, adolescencia hasta el momento de establecer el compromiso.
“Con la migración, los jóvenes que comenzaron a ganar dólares en New York comenzaron a ver la posibilidad de que pues ya no podían ir, no estaban en las ceremonias y comenzaron a mandar dinero que sustituyera a la dote”, señaló.
Ese cambio, dijo, es lo que ha generado la percepción de que en los pueblos indígenas se practica la compra de niñas y adolescentes.
Sin embargo, reconoce que hay algunos aspectos que se deben corregir, como el hecho de que en muchos de los casos, el matrimonio se arregla entre menores de edad, en donde la situación es de mucha desventaja para las mujeres.
Reconoce: “Hablamos de que en muchas ocasiones se trata de menores de 13 años, niñas que ya no tienen la oportunidad de estudiar, no deciden ellas, es un acuerdo entre padres y no hay un noviazgo formal”.
Más aún, “se deterioran los derechos de las niñas y en muchos casos se genera un futuro de violencia, pues algunos jóvenes piensan que porque pagaron, automáticamente son como dueños de la persona”.
El director de Tlachinollan reconoce que se tiene que trabajar en el sentido de que la entrega de una dote no significa observar a la mujer como un objeto, sino que se trata de una persona con derechos.
“Yo creo que aquí tiene mucho que ver este sistema, en el que todo lo consideramos como una mercancía”, admitió.
Consideró importante que las autoridades estatales y federales, impulsen las acciones encaminadas a que las niñas en las comunidades marginadas tengan acceso al estudio, como una herramienta básica para mejorar su nivel de vida.
El activista reconoce puntualmente: “Las niñas son el punto más débil del eslabón de los usos y costumbres de los pueblos originarios”.
Aseguró que lo correcto es que se garanticen los derechos de las niñas, entre ellos a vivir libres de violencia, a estudiar y que no se les ignore en el momento en que los padres pactan sus matrimonios.