Icono del sitio El Faro de la Costa Chica

Fuerza y epicentro: ¿Qué cambia el nivel de daño de los sismos?

*Diferencias entre los del 85, 2017 y el actual

SAMEDI AGUIRRE
ANIMAL POLÍTICO

El sismo de este 19 de septiembre generó temor pero también interrogantes como por qué volvió a temblar en esta fecha -lo que a decir de especialistas fue sólo una “una desagradable coincidencia”- y por qué sismos de años previos causaron daños más graves, considerando la magnitud.

Si bien es cierto que los sismos de 1985, 2017 y 2022 sucedieron el mismo día de septiembre, hay características que marcaron diferencias importantes sobre su impacto en vidas -por el más reciente hasta la noche de este lunes se había reportado un deceso en Colima- y en daños a la infraestructura.

Para empezar el epicentro del primero, con magnitud 8.1, sucedió en las costas de Michoacán y Guerrero. El del 2017, de 7.1, fue en Axochiapan, en los límites de Puebla y Morelos -más cercano a la capital-. Y el de este 2022, de 7.7, en Coalcomán, Michoacán, para ser percibido por más de 48 millones de personas, con más de 200 réplicas, según el gobierno.

Pero además del epicentro o del sitio de donde surge la energía sísmica, también es necesario observar el tipo de movimiento, la profundidad y las placas que intervienen. Vale la pena aclarar que las ondas sísmicas tienen un movimiento complejo, por lo que no se puede definir a un temblor solo como oscilatorio o trepidatorio.

La doctora Gina Paola Villalobos Escobar, investigadora en sismología, nos explicó que es necesario entender el marco tectónico. Es decir, por qué se produjeron los sismos. Y esto es, básicamente, cómo se da el movimiento de las placas.

“Hay una placa que está en la costa pacífica que se llama la placa de cocos, que se está metiendo por debajo de la placa continental que es la placa de norteamérica”, señala la especialista.

“En esta frontera como la placa de cocos es más densa, se está metiendo por debajo y se está hundiendo, en esta zona de roce se acumula energía elástica. Pero llega un momento en que el material de esa zona de contacto ya no aguanta más el esfuerzo y se rompe, liberando toda esa energía en forma de ondas”, agrega.

De acuerdo con Villalobos Escobar, a este tipo de movimientos causados por el roce de las placas se le conoce como sismo interplaca, y de este tipo fueron los sismos de 1985 y el de hoy.

Este tipo de movimientos son de los más comunes, pues el 90% de los sismos que ocurren en México son de este tipo, también conocidos como sismos por subducción de la placa de cocos.

Pero el de 2017 fue diferente, pues se trató de un sismo de intraplaca. Villalobos Escobar explica que cuando la placa de cocos ya va muy por debajo de la mitad de México, tiene un doblez, “como si se estuviera partiendo una galleta”. En la parte superior de ese doblez es donde se generó la energía que provocó el sismo hace 5 años.

“Fue en la placa de cocos que ya está subducida por debajo de Puebla, que ya tiene una profundidad bastante importante, se está doblando y fue un sismo dentro de la misma placa”, señala Villalobos Escobar.

La especialista recalca que aunque son mecanismos diferentes, “siempre tenemos que estar listos, porque estos dos tipos de sismos siempre van a estar presentes en nuestro territorio y debemos estar preparados”.

Los daños

El doctor Carlos Suárez Plascencia, profesor investigador del Departamento de Geografía y Ordenación Territorial de la Universidad de Guadalajara, nos explicó que la placa de cocos se divide en diferentes bandas y velocidades, lo que genera que haya diferentes zonas sismogénicas. Es decir, mayor o menor actividad sísmica a lo largo del país.

El especialista explica que las distancias del epicentro, es decir, del lugar donde se libera la energía, también es un factor importante en cómo percibimos un sismo y los daños que causa. Pues conforme las ondas van avanzando la intensidad va disminuyendo.

Suárez Plascencia insistió en que los daños que causan los movimientos de la tierra dependen de varios elementos. Lo primero es la cantidad y fuerza de la  energía que llegue a la zona, es decir, qué tan cerca o lejos nos encontramos del origen o del epicentro.

En este sentido, el terremoto de 1985 ocurrió en jueves, inició a las 07:17:47 horas y alcanzó una magnitud de 8.1 grados, escala Richter.

El epicentro se localizó en el océano Pacífico, cerca de la desembocadura del río Balsas, en la costa del estado de Michoacán, y el hipocentro, a 15 kilómetros de profundidad bajo la corteza terrestre. Las zonas más afectadas fueron centro, sur y occidente de México, en particular a la Ciudad de México.

Mientras que el 2017 sucedió el martes y ocurrió dentro de la placa oceánica de Cocos, por debajo del continente, a una profundidad de 57 km.

Más recientemente, el sismo registrado este lunes fue de 7.7 se registró a 63 kilómetros al sur de Coalcoman, Michoacán a las 13:05 horas.

Pero la principal diferencia es que “el sismo de 1985 liberó 32 veces más energía sísmica que el del 19 de septiembre de 2017.  En 1985, el epicentro fue muy lejano y bajo las costas del estado de Michoacán, a más de 400 kilómetros de la capital, mientras que el de 7.1 ocurrió apenas 120 kilómetros al sur de la ciudad”, según explicaron especialistas a Ciencia UNAM.

Otro punto a considerar, según el especialista, es el tipo de suelo que tengamos. En el caso de la Ciudad de México, es por todos conocido que se trata de una Ciudad que se construyó sobre lo que antes eran lagos, es decir, fue edificada sobre sedimentos blandos.

“Estos sedimentos provocan una enorme amplificación de las ondas sísmicas en la Ciudad de México que, probablemente, sea la más grande reportada en el mundo”, dicen investigadores de la UNAM.

El tercer punto importante es el tipo de edificaciones que haya en el lugar, y que estas cumplan con las normatividades y mantenimiento adecuados.

De acuerdo con el texto preparado por académicos de los Institutos de Geofísica e Ingeniería de la UNAM, “ondas con mayor período de oscilación amenazan estructuras más altas. Contrariamente, ondas con periodos más cortos, amenazan estructuras más bajas”.

También vale la pena aclarar que no existen sismos que sólo son oscilatorios (en dirección horizontal), o trepidatorio (en dirección vertical). De acuerdo con CENAPRED, las ondas sísmicas se mueven de una manera compleja por lo que dichos términos no son adecuados para caracterizar el movimiento del terreno.

(Este texto fue elaborado por el equipo de Animal Político y lo reproducimos con su autorización)

Salir de la versión móvil