PASCAL BELTRÁN DEL RÍO
BITÁCORA DEL DIRECTOR
A mediados de julio de 1973, en una casa de seguridad de Guadalajara, un grupo de guerrilleros de la recién formada Liga Comunista 23 de Septiembre se reunió para discutir cuál debía ser la estrategia central de la organización y, sobre todo, cómo lograr que su mensaje de agitación se escuchara en todo el país.
A su líder, el aguascalentense Ignacio Salas Obregón, le habían impresionado los logros de grupos armados menores, como el desvío de un avión de Mexicana de Aviación a Cuba, realizado el año anterior por la Liga de los Comunistas Armados, y el reciente plagio del cónsul estadunidense en la capital jalisciense, Terrance Leonhardy, por parte de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. Con una y otra medida, los guerrilleros habían conseguido liberar a varios de sus compañeros presos.
La discusión se decantó por realizar una serie de secuestros de alto impacto y se pusieron sobre la mesa los nombres de los objetivos: Eugenio Garza Sada y Fernando Aranguren, los hombres de negocios más destacados de Monterrey y Guadalajara, respectivamente, así como el cónsul honorario del Reino Unido en esa última ciudad, Anthony Duncan Williams.
En unas semanas se cumplirá medio siglo del asesinato de los dos primeros y de que fuera liberado sin daños el tercero de ellos. El homicidio de Garza Sada se dio cuando se enfrentó a quienes intentaban secuestrarlo, el 17 de septiembre de 1973. A su vez, Aranguren fue ejecutado a sangre fría por sus captores, el 16 de octubre siguiente, luego de que el presidente Luis Echeverría se negara a aceptar las exigencias de los guerrilleros para liberarlo.
Por razones que sólo conoce el actual gobierno, la Secretaría de Educación Pública decidió poner en los libros de texto gratuitos —los mismos que en estos días son motivo de polémica— una versión edulcorada de aquellos trágicos hechos, en la que ensalza la actuación de quienes se alzaron en armas.
En las páginas 20 y 21 del Libro sin recetas para la maestra y el maestro (Fase 6), dirigido a los profesores, se cuenta que a Garza Sada se le intentó “retener” —no secuestrar, como debiera decir— y que ahí “perdieron la vida el empresario, su chofer y dos elementos del comando guerrillero”. Líneas más adelante, justifica el asesinato de Aranguren al sostener que “se cancelaron todas las opciones” ante la “la negativa a negociar para liberar a los cautivos”. Pero en lugar de llamar a ese crimen como debe ser, los autores del panfleto dicen que al empresario tapatío, quien tenía sólo 37 años, se le “ajustició como medida radical”.
Así va la historia que la SEP quiere contar a quienes tienen la responsabilidad de educar a los niños y jóvenes de México. Y que, además, pretende poner en circulación justo cuando el empresariado de Monterrey y Guadalajara se prepara para marcar un aniversario relevante del sacrificio de dos de los suyos.
La SEP no puede pretender que la publicación sea recibida sin molestias. Hace casi cuatro años, el 17 de septiembre de 2019, justo en el 46 aniversario del asesinato de Garza Sada, el entonces director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Pedro Salmerón, usó la cuenta de Facebook de la dependencia para llamar “valientes jóvenes” a los guerrilleros que intentaron secuestrar al empresario, quien, en palabras suyas, “perdió la vida” cuando “se desató una balacera”.
El escándalo que provocó ese posteo llevó a que la Secretaría de Cultura se deslindara de la afirmación y, luego, que Salmerón presentara su renuncia. Así que ahora tendrán que poner sus barbas a remojar los autores de esa nueva versión falaz. A menos de que el fin del sexenio signifique una pérdida completa de pudor.