REDACCIÓN
CUAJINICUILAPA, GRO.
En la inauguración del encuentro Afrodescendencias en México: antirracismo y cambio cultural antidiscriminatorio, organizado por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas y la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación, y realizado en el auditorio Emiliano Zapata, el sábado 23 de septiembre, el presidente Edgardo Miguel Paz Rojas dirigió las siguientes palabras a los asistentes.
“Buenos días a todos, bienvenidos sean a Cuajinicuilapa. A nombre de la población de nuestro Municipio, abro hacia ustedes mis brazos para recibirlos con afecto, y mi pensamiento, y el pensamiento de nuestros antepasados, para reflexionar un par de minutos con ustedes.
“Que nosotros debemos no ser racistas, está bien, pero, en realidad, no es suficiente: lo fundamental es que seamos antirracistas. Ésta es una de las enseñanzas más preciadas que tuvo y que tiene el pensamiento de nuestro padre, el mulato José María Morelos y Pavón, quien dejara escrito, en 1813, «Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud».
“Como es muy conocido, el fenómeno histórico que conocemos como colonización consistió en realidad en un proyecto económico e ideológico de la Corona y de la Iglesia Católica Apostólica y Romana para explotar los bienes naturales de estos territorios, que ellos nombraron como Nueva España.
“Y allí está la clave: querían construir una España nueva, sin los problemas ni los vicios de la vieja España. Por ello, sus ideales proponían la creación de un sistema religioso humanitario, como lo es el cristianismo, fundado en una estructura económica rica, por efecto de los abundantes y casi inagotables bienes naturales.
“Pero los hombres de la Corona y de la Iglesia, comenzando por los reyes católicos y por los obispos, por los propios conquistadores (que terminaron convertidos en comerciantes), todos ellos no actuaron para cumplir esos ideales, sino para tener riqueza y poder, a través de guerras contra los naturales, los autóctonos, los pueblos y civilizaciones milenarias que vivían en estos territorios, los que ahora nombramos como pueblos originarios o pueblos indígenas, cuya población disminuyó grandemente en el primer medio siglo como efecto de la conquista y la colonización, por lo que tuvieron que introducir en grandes grupos a personas esclavizadas, capturadas en el sur del Sahara, sobre todo a partir de mediados del siglo XVI, para trabajar en minas, en cultivos de caña de azúcar y en haciendas ganaderas.
“Fundada en una jerarquía racial, el propósito de la Corona de crear en estos territorios una sociedad cristiana significaba que todos los estratos debían adoptar comportamientos que concordaran con las normas de la Iglesia y de la religión cristiana. En esta estructura racial, en la cúspide se ubicaban La Corona y sus súbditos y la clerecía católica; en la parte media, ubicaron a los pueblos y civilizaciones autóctonas, en las llamadas repúblicas de indios; y, a los africanos esclavizados, los colocaron en la base de la misma, siendo considerados estos como animales para el trabajo, sin derechos de ningún tipo, cautivos, esclavizados, deshumanizados, quienes no eran dueños del producto de su trabajo, no eran dueños de sus cuerpos, no eran dueños de su voluntad, no eran dueños del territorio donde vivían, no eran dueños de sí mismos.
“Así, la Colonia fue un sistema económico basado en la esclavitud, basada ésta en aquella jerarquía racial, según el color de la piel y otros rasgos fenotípicos de las personas. Eso de: Como te veo, te trato, viene de lejos, pues. La Colonia fue un sistema racista, en el cual el racismo sirvió para justificar la explotación del trabajo de las llamadas castas, de los llamados negros y de los llamados indios, fundamentalmente, a favor de la Corona y de sus súbditos y de la Iglesia y sus jerarcas. Repito: La Colonia fue un sistema racista.
“Entre otros motivos, ello propició la participación de los afrodescendientes en la lucha contra la esclavitud y por la independencia. Y me refiero no sólo a los caudillos, como Morelos, Guerrero, Álvarez, del Carmen y Algeciras, a los mulatos que seguían a los Galeana y a nuestros héroes locales, como Francisco Atilano Santa María y Juan Bruno “El Africano”, originarios estos de Cuajinicuilapa, por ejemplo, sino a los cientos de miles de hombres pobres, afroindios, cuyos nombres no conocemos y que nutrieron sus ejércitos y lucharon por esos ideales.
“Y sería el mulato Vicente Guerrero, siendo presidente de la República, quien decretara abolida la esclavitud, el 15 de septiembre de 1829; con ello, propició la desaparición del sistema de castas. Este acto representa un hito antirracista en la historia de México, y dio continuidad a los muchos decretos de los insurgentes Miguel Hidalgo, Ignacio Rayón y José María Morelos aboliendo la esclavitud.
“Que no existen las razas, es una verdad de perogrullo, pero, en la práctica cotidiana, las personas actuamos como sí existieran. Seguimos siendo racistas. Los somos de manera individual y de manera colectiva; de manera privada y de manera institucional. En México, vivimos en un país de racismo simulado, donde todos sabemos que existe, pero hacemos como si no existiera, amparados en una idea muy difundida y considerada por mucho tiempo como una verdad absoluta: que en México no somos racistas. Pero sí lo somos.
“Iba a continuar hablando de que la inclusión del llamado pueblo afromexicano en la Constitución no ha sido suficiente para que la discriminación racial hacia nosotros desaparezca; que el Estado mexicano no ha hecho lo bastante para que se nos haga justicia en rubros vitales como el desarrollo de nuestras comunidades y pueblos, particularmente en lo relacionado con seguridad pública, con infraestructura, con salud, con educación, etcétera, a pesar de que el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido generoso con nuestro Municipio; iba a continuar, decía, pero sé que ustedes, los asistentes a este encuentro Afrodescendencias en México: antirracismo y cambio cultural antidiscriminatorio, tienen mayores elementos para analizar estos asuntos y proponer alternativas que procuren solucionar de manera radical estas injusticias, por el bien de todos.
“Por ello, les dejo la palabra; agradezco la atención que tuvieron hacia mis palabras. Que sus trabajos sean fructíferos y beneficiosos para todos: para quienes discriminan y para quienes somos discriminados. Buen día”.