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Megatormentas: qué son y por qué los científicos alertan sobre ellas

OSWALDO ROJAS
EXCÉLSIOR/CDMX

Las megatormentas son fenómenos meteorológicos extremos que se caracterizan por su gran magnitud, severidad y duración. Estas tormentas pueden abarcar amplias regiones, afectando a millones de personas y causando devastación en su paso.

A diferencia de las tormentas comunes, las megatormentas pueden producir lluvias torrenciales, vientos huracanados, granizo del tamaño de pelotas de béisbol e incluso tornados. Son responsables de inundaciones masivas, deslizamientos de tierra y otros fenómenos naturales destructivos.

En los últimos años, el término «megatormenta» ha ganado notoriedad debido a la creciente frecuencia de estos eventos en distintas partes del mundo, en parte, debido al cambio climático.

Características

Las megatormentas pueden formarse tanto en áreas tropicales como en zonas templadas, y varían en su estructura y comportamiento dependiendo de la región donde se originen. Por lo general, se desarrollan en condiciones atmosféricas que incluyen una gran acumulación de energía térmica y humedad, unidas a patrones inusuales en las corrientes de aire.

Estas tormentas masivas suelen durar varios días, y debido a su tamaño, pueden desplazarse lentamente, aumentando los daños en las áreas afectadas.

Un ejemplo destacado de una megatormenta es el huracán Harvey en 2017, que devastó grandes áreas de Texas y Luisiana en Estados Unidos. Harvey fue catalogado como una tormenta de categoría 4 y dejó a su paso lluvias que superaron los 1000 mm, provocando inundaciones catastróficas.

Este tipo de tormentas genera tanta energía que puede afectar a la atmósfera global, influyendo en los patrones climáticos en otras partes del mundo.

Formación

Uno de los principales factores detrás de la formación de las megatormentas es la combinación de condiciones atmosféricas favorables, como altas temperaturas en la superficie del océano, altos niveles de humedad y la presencia de sistemas de baja presión.

Estas condiciones permiten que la energía se acumule en la atmósfera, creando una «bomba» meteorológica que se libera en forma de tormentas masivas.

El cambio climático ha jugado un papel crucial en la aparición de más megatormentas en las últimas décadas. Los océanos más cálidos proporcionan más energía a las tormentas, aumentando su intensidad y duración.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las temperaturas oceánicas han aumentado considerablemente en las últimas décadas, lo que está directamente relacionado con el aumento en la frecuencia y severidad de las tormentas tropicales y huracanes. A medida que el planeta sigue calentándose, se espera que los eventos de megatormentas sean más frecuentes y destructivos.

Otro factor clave es la oscilación de los patrones atmosféricos, como la Oscilación del Atlántico Norte y el fenómeno de El Niño y La Niña, que influyen en la circulación del aire a gran escala. Estos patrones pueden intensificar o debilitar las tormentas dependiendo de la fase en la que se encuentren, pero la tendencia general es que el cambio climático ha exacerbado estos fenómenos, haciéndolos más erráticos e intensos.

Consecuencias
devastadoras

Las megatormentas tienen consecuencias devastadoras tanto a corto como a largo plazo. Además de los daños inmediatos causados por los vientos fuertes, las inundaciones y los deslizamientos de tierra, estas tormentas también pueden dejar secuelas duraderas en las comunidades afectadas.

La infraestructura, como carreteras, puentes y edificios, a menudo sufre daños severos, lo que genera una interrupción en los servicios básicos como el suministro de agua, electricidad y atención médica.

Además de las pérdidas humanas y materiales, las megatormentas tienen un impacto significativo en la economía. Los costos de reconstrucción después de una megatormenta pueden ascender a miles de millones de dólares, y los efectos indirectos, como la pérdida de cultivos y la disminución del turismo, pueden prolongarse durante años.

Un estudio de la revista Nature Communications destacó que las megatormentas también afectan la biodiversidad de las áreas impactadas. La erosión del suelo, la destrucción de hábitats naturales y la contaminación del agua son algunas de las consecuencias ambientales de estos fenómenos.

Además, los ecosistemas marinos también se ven alterados por las fluctuaciones de temperatura y la salinidad, lo que puede afectar a la vida marina.

Prevención y
mitigación

Dada la magnitud de los efectos de las megatormentas, las autoridades meteorológicas y los gobiernos de todo el mundo han comenzado a implementar medidas para prevenir y mitigar los daños. Los sistemas de alerta temprana, que incluyen satélites avanzados y modelos predictivos, son fundamentales para advertir a las poblaciones con suficiente antelación y permitir evacuaciones seguras.

La planificación urbana y la construcción de infraestructuras resistentes a tormentas son otros elementos clave para reducir los daños de estos eventos extremos. En algunos lugares propensos a megatormentas, como Japón y el sureste de Estados Unidos, se han diseñado edificios a prueba de huracanes y se han implementado sistemas de drenaje para minimizar el impacto de las inundaciones.

La cooperación internacional es esencial, ya que las megatormentas no conocen fronteras. La OMM y otras organizaciones globales trabajan en conjunto para compartir datos meteorológicos y desarrollar estrategias comunes para enfrentar estos fenómenos.

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