La violencia e inseguridad dejó tres pueblos fantasmas en Apaxtla

JUAN BLANCO/BP
SAN FELIPE, GRO.

El pueblo serrano de San Felipe del Ocote que se ubica en el municipio de Apaxtla de Castrejón, en la zona Norte del estado de Guerrero, cumplió seis años abandonado tras la irrupción armada del grupo delictivo la Familia Michoacana (FM) que obligó a sus habitantes a desplazarse.

Sus calles, algunas de ellas todavía de terracería, lucen desoladas, llenas de escombros, basura por doquier, con vehículos descompuestos y sus cofres arriba como si sus propietarios los estaban intentando reparar, pero que por los ataques a tiros los dejaron a su suerte.

Las fachadas de las viviendas, de las misceláneas, de la comisaría municipal, de las estancias infantiles y de otros inmuebles, tienen intactos los agujeros provocados por los proyectiles de arma de fuego que detonaron aquel enero del 2018 los sicarios de esta organización criminal que lideran los hermanos Johnny y José Alfredo Hurtado Olascoaga.

Aún se respira el miedo al caminar por sus calles o cuando ingresas a sus casas, donde no conformes con las ráfagas, quemaron y destruyeron las pertenencias de sus familias, sus cocinas donde preparaban sus alimentos, sus viejos y análogos televisores donde se entretenían.

En una casa construida con adobe y lámina de asbesto hay visibles huellas de violencia que desataron los malhechores; sus muebles como roperos, mesas y enseres domésticos ahora forman parte de ruinas.

No se digan las escuelas donde los niños asistían a clases, su centro de salud donde atendían sus enfermedades o su iglesia donde oraban. Aquí, la naturaleza va reclamando cada vez más los espacios que antes le pertenecían.

Por ahora, las 400 personas, entre niñas, niños, mujeres y adultos mayores, no tienen la idea de retornar a sus hogares porque al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la gobernadora Evelyn Salgado Pineda no les interesa garantizar la seguridad.

Mientras tanto, San Felipe del Ocote, ubicado a casi tres horas de la cabecera municipal de Apaxtla, y cuya carretera de terracería para llegar hasta aquí está en pésimas condiciones, seguirá siendo un pueblo fantasma como muchos que hay en la entidad suriana.